Originario de una olvidada comarca de Extremadura, en cuyo lugar sólo quedan las ruinas, pasó su niñez ayudando a sus padres en la crianza de animales de corral. En su mayoría puercos y gallinas.
Luego de la muerte de éstos tras una querella con bandidos portugueses, Beleg pasó su adolescencia de monaguillo en un monasterio.
Allí se ganó el cariño de los frayles y aprendió, además de beber vino a raudales, el arte de la toledana en secreto.
A la edad de 14 años se en listó en la armada y aunque aún diestro con la espada sólo pudo hacerla de tamborilero en una falange de viejos alabarderos, malolientes y llenos de historias que enriquecieron su imaginación y su vocabulario.
Allí, en tierra de herejes, tras meses de arduo combate tocando el tambor, sosteniendo banderas y preparando sopa para los que si tenían la experiencia para defender la corona y la cruz con la destreza que éste pronto adquirió a la edad de 19 años.
Actualmente este deshonrado pero valiente espadachín. vive en las polvorientas calles de quién sabe dónde, alquilando sus toledanas por unas cuantas monedas a menudo en trabajos de poco lustre a menudo en calidad de espadachín por cuenta de otros que no tienen la destreza o los arrestos para solventar sus propias querellas. Donde la vida se busca a salto de mata en una esquina donde nuestro Cuthalion se desempeña con gran holgura y sólo enseña sus secretos a quienes considera merecen su respeto. Y éste no se conseguía con halagos alegres y ligeros que él suele despreciar. Sino con agallas y unos chelines de vez en cuando.
Un viejo barquero bacence quien fué amigo de su padre lo reconoció y trajo a este bullicioso reino motivado por el rumor de un torneo mediante duelos y un rey cuya lealtad le apesta.