“Me llamo Arkadios Dukas y provengo de la isla de Sicilia, allí donde alguna vez convivieron griegos, normandos, árabes e italianos.
Mi infancia la pasaría casi completamente junto al mar, con mi padre y tíos mercaderes, donde no solo aprendí a nadar, sino también el valor del dinero en las negociaciones, tanto con los mercaderes de los puertos del mediterráneo, como con los mercenarios que contratábamos para defender las barcas de los piratas. Cuando no se podía costear suficientes mercenarios, había que tomar las armas y encargarse personalmente de esas “ratas marinas”, por lo que, desde que pude empuñar bien una espada a los 15 años, también desarrollé odio hacia ellos.
Lentamente empecé a darme cuenta que mi futuro no estaba en ir de puerto en puerto transportando pedazos de mármol o vendiendo aceite de oliva y joyería de Siracusa, sino en el campo de batalla, sirviendo a cualquier signore, Gran Duca o como se quieran hacer llamar, siempre y cuando pudieran pagarme por luchar en su nombre. Y estuve pasando así buena parte de mi vida, entre condotieros, saqueos y guerras, pero la península se ha pacificado y he terminado aquí, buscando a quien pueda pagar mis (aunque muchos no los consideren así) honrosos servicios. Gracias a Dios, hay un Gremio de mi humilde oficio en este reino, por lo que sé que, por lo menos, ya tengo un lugar donde caerme muerto y compañeros de oficio con los que pueda contar.”